No sé de qué mal moriré:
Una angustia me devora el pecho,
E invade mi vida que no elijo,
Sólo dejándome mi fe.
Tengo yo en el corazón un hermoso vaivén,
Rodeado de aquella sonrisa nueva
O de heridas que nunca se resorben.
Imagina que haya una divina ilusión,
Nacida de juegos o de algún ademán;
Tapices volantes pronto te llevarían
Enfrentándote a esta idílica división.
Ríndete; dame la mano.
Me ofrece la luz maravillosa,
Iluminando nuestra paralela,
Nuestro amor perpetuo.
A pesar de los cambios de ritmo,
Bailamos con esta música; porque sabes,
Las luchas intestinas de nuestros riñones
Embrujan siempre cada momento.
Veremos tú y yo lo que obtendremos,
Acrósticos e imanes y varios soles.
Iremos cada vez más bajando los astros,
Verticalmente o no, como tú lo haces.
Espejo que nunca se apague,
Nunca supe de qué bien moriré…
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